El hombre de hielo y el pájaro de fuego
Érase un hombre de hielo. Habitaba un desierto adonde había llegado huyendo de la muerte. Los amaneceres y los crepúsculos se alternaban allí con la claridad lunar de interminables noches. ¿Cuántos años se sucedieron? El hombre desandaba un paisaje detenido, cautivo de sus días. Y él, que había huido de los grandes pájaros de fuego, quiso poseer uno que reuniera en su plumaje los colores de la vida. Lo buscó en el desierto circundante, pero solo halló aves rapaces de corvos picos y horripilantes graznidos, que le recordaron los campos de batalla; y el hombre lloró sobre las ásperas piedras... Cierta vez lo vio crecer sobre el único árbol del paraje, y lo creyó irreal; pero al rozar con sus dedos el sedoso plumaje, supo que ya no estaba solo. Entonces, el pájaro se posó en su hombro, le cantó al oído; y él supo que la guerra continuaba; pequeños países eran invadidos, pueblos enteros aniquilados, y supo que ese pájaro de luz tenia una misión: pedirle a cada habitante que sume su voz, a un solo desesperado grito universal...¡Baaaasta! Una tarde calurosa y amarilla, en que el viento formaba con las arenas remolinos blancos, el pájaro se quedó muy quieto sobre el árbol deshojado; había escuchado el clamor de todas las almas angustiadas y se le fue enrojeciendo el plumaje. Abrió las alas, remontó vuelo, y se alejó. Unos hombres que lo vieron, lo derribaron. El cuerpecito se abatió en la desértica inmensidad. El hombre lo buscó y al no encontrarlo recorrió el desierto. Lo halló al caer la tarde y lo recogió: un cuerpito chamuscado, en su enorme mano. Entonces el hombre, cuyo corazón ya no era de hielo, pudo escuchar el mismo grito que oyera el pájaro: ¡Basta..., baasta..., baaaaasta...! ESTHER FELDMAN BK
La caja vacia
Los miembros de cierta tribu del África occidental cuentan la leyenda de la doncella celestial. Sucedió una vez que la gente de la tribu notó que sus vacas producían menos leche que antes. Y no se explicaban el motivo... Un joven se ofreció a velar toda la noche y ver que podía estar pasando. Después de varias horas de espera en la oscuridad, oculto tras un arbusto, vio algo extraordinario. Una joven de notable belleza bajaba montada en un rayo de luna, trayendo un gran cubo. Ordeñó las vacas, llenó el cubo con la leche y volvió al cielo montada en un rayo de luna. ¡El hombre no podía creer lo que había visto! A la noche siguiente puso una trampa en el prado de las vacas, y cuando vino la doncella a ordeñar las vacas, accionó la trampa y la atrapó. "¿Quién eres?" -le preguntó-. Ella le explicó que era una doncella celestial, miembro de una tribu que vivía en el cielo y no tenían con que alimentarse. De modo que le habían encargado que bajara a la tierra de noche y recogiera comida. Le rogó que la liberara de la red, y ella haría lo que él le pidiera... El hombre pensó un poco y luego le respondió que la liberaría sólo si ella accedía a casarse con él. "Me casaré contigo", dijo la doncella, "Pero debes dejarme ir a mi casa por tres días a prepararme". "Después volveré y seré tu esposa". Él estuvo de acuerdo. Tres días después, la doncella regresó, portando una caja grande. "Seré tu esposa y te haré muy feliz", le dijo al joven, "pero debes prometerme que nunca mirarás lo que hay dentro de esta caja". Durante varias semanas, fueron muy felices juntos. Hasta que un día, mientras su esposa estaba ausente, el hombre fue dominado por la curiosidad y abrió la caja. No había nada en ella. Cuando la mujer regresó, vio que su marido la miraba con una mirada extraña y le dijo: "¿Miraste dentro de la caja, no es cierto? Pues entonces no puedo seguir viviendo contigo". "¿Porqué?" preguntó el hombre, "¿qué hay de terrible en que mire el interior de una caja vacía?". "No te abandono porque hayas abierto la caja. (De todos modos, supuse que lo harías)... Te abandono porque dijiste que estaba vacía. No lo está; está llena de cielo. Contiene la luz y el aire y los olores de mi casa en el cielo. Cuando volví allá por última vez, llené la caja con todo lo que había de más precioso, para recordar siempre de dónde provengo. ¿Cómo puedo ser tu esposa si lo que para mí es más precioso, para ti no es nada?". ¿¿¿Cómo valoramos a nuestros seres queridos??? A veces no entendemos lo que es importante para ellos, cuál es el tesoro interior de cada uno, qué es lo que guardan en sus cajas... ¡Dios quiera que aprendamos a escucharnos, a encontrar en los otros aquellas cosas que valoran y son preciosas a sus ojos, para que nosotros podamos descubrirlas, compartirlas y disfrutarlas junto con ellos!
No estás deprimido... estas distraído
Desde mi barca en retirada
No pretendo ser perfecto, pero sí quisiera ser un viejo que no saque de quicio a todo el mundo, que no exaspere a los demás. No aspiro a ser un santo, pero sí una anciano que no se crea infalible, ni viva de quejas y temores. No pretendo cambiar a estas alturas mis patrones de vida, pero sí convertir los años en espíritu y que fluya la dulzura; convertir las canas en acierto y que fluya el consejo; convertir las arrugas en sonrisas y reflejar lo que llevo dentro. Abrir paso a la precipitación de los demás, para que me perciban lo menos posible y no llegue a ser un estorbo. No interferir en el camino de la juventud siempre con una censura y un repudio. Admitir los atenuantes que tienen para ser así y comprender que los buenos de ahora son quizás mejores que los de antes, porque transitan por mayores peligros y enfrentan peores tentaciones. No es posible hacer juventud con la vejez, pero sí aminorar mi alteración, mi irritabilidad, mi depresión, mi desasosiego y mi inevitable deterioro. No quisiera brillar en el mundo, pero sí quisiera desde mi sillón de soledad, dar alguna claridad. No quisiera estar martillando sobre mi experiencia, porque sería inútil. A cada uno le gusta vivirla y descubrirla por si mismo. Ni pretendo llevar a nadie de la mano: cada cual quiere caminar solo su propio destino. Pero sí deseo ser un faro en silencio que no apague su luz. Ser una barca en retirada llena de palomas, de historia, de relatos, de recuerdos que hablen, de miradas que descubran, de hechos que hagan pensar… No desperdiciar la vejez. No mirar los años con miedo, dándoles a estos últimos un profundo sentido, porque son el espacio final para movernos y el momento irrepetible para la realización completa. No hacer de la vejez un lastre y una insignificancia, sino una sombra que fue luz, un árbol que fue fruto y un camino que fue huella. ¡¡¡No vivir en la oscuridad como algo inservible, sino pararme delante de una estrella para morir iluminado!!!