Hijos míos, cuando os hablo y os quiero explicar a cada uno de vosotros lo que como Madre siente mi corazón, muchos no podéis comprender y otros es como si no quisierais oír mis palabras, como que no podéis comprender porqué muchas veces os convoco y os ruego la unidad entre todos vosotros y que no os miréis como extraños, sino que os tratéis como verdaderos hermanos que sois con profundo respeto, con amor y que caminéis juntos pero llevados de la mano. Dejaos guiar por la luz, por el amor de vuestro Padre y a través de mi amado Hijo, seguid tras sus pasos, seguid caminando por el sendero de la luz y estad presentes en nombre de mi amada Iglesia junto a todos los pueblos y naciones de vuestro mundo llevando la armonía y la paz que hoy no existe en muchos de vuestros corazones, pero no existe esa paz porque viven tan alejados de la verdad y viven sin detenerse, primero a vivir una vida en total armonía tanto con la naturaleza como con todos aquellos que os rodean. Viven en una continua agresión tanto verbal como de llegar a la bajeza de levantar vuestras manos para golpear despiadadamente y demencialmente a vuestros hermanos y hermanas, vais por un sendero que os conduce por una inmensa oscuridad, y en esa oscuridad os muestra un mundo de bajezas, de obtener todo aquello que es totalmente malo para vuestras almas y para vuestras vidas: 1.- Viven en un mundo de lujuria, 2.- Un mundo donde os creéis que todo está permitido. 3.- No aceptáis ni un sólo mandamiento y no los cumplen porque pensáis, equivocadamente, que no existe un infierno. El Infierno existe y si pudierais verlo quedaríais horrorizados. Y os puedo asegurar, amados hijitos, que sí existe y si cada uno de vosotros pudierais verlo quedaríais horrorizados y os aseguro que cambiarías vuestras posturas y vuestras formas de actuar en vuestro mundo, pero no lo veis y no creéis porque con inmensa astucia el ángel desterrado os fue tratando de llevar rumbo al gran desencuentro entre vosotros y al más grande de los desencuentros que lo tengáis con mi amado Hijo y con vuestro Padre. Por eso cada día tenéis una gran parte de vosotros menos interés: 1.- De venir a mi morada. 2.- De confesar vuestros pecados, de arrepentirse de todo el mal que cometéis en nombre de una libertad, de un amor, que no es como os hicieron pensar. El amor verdadero no lo encontraréis en donde hay: 1.- Odios. 2.- Rencores. 3.- Envidias. 4.- Mentiras. 5.- Injusticias. Donde nada os importa del sufrimiento de vuestros prójimos, en aquellos que no os arrepienten de hacer sufrir a sus hermanos, de ver el dolor en el rostro de mis pequeños y seguir caminando con una indiferencia total, sin que nada os perturbe, en ese mundo nadie que siente en su corazón la Llama de nuestro amor puede vivir, puede habitar, sólo puede encontrarse allí aquél que viene de las profundidades más oscuras para confundirlos y llevarlos a cada uno de vosotros a la total oscuridad y a perderse entre las lenguas de fuego que consumirán vuestras almas por toda una eternidad perdiendo la armonía, el amor y la paz que os quiere entregar vuestro amado Padre. La Santa Comunión debe ser recibida en la boca y por manos consagradas, solamente de un sacerdote. Hijitos míos, os ruego y os pido como Madre de todos vosotros, volved a mi morada, reflexionad y comenzad a oír no sólo mi voz sino la voz de mi amado Hijo, volved tras sus pasos, volved a mi amada Iglesia y arrodillaos y levantando sus ojos a mi amado Hijo confesad vuestros pecados y arrepiéntanse desde lo más profundo de vuestras almas y recibidlo en un corazón lleno de luz, recibid de vuestros Pastores el Cuerpo y la Sangre de mi Hijo, recibidlo en vuestras bocas, que ellos sean quienes os lo entreguen, no lo toméis en vuestras manos, sólo las manos consagradas pueden tocar el Cuerpo de mi Hijo. Amados míos, seguid y comprended mis palabras, escuchad la voz de VUESTRO PAPA, EL SUCESOR DE PEDRO EN LA TIERRA, CUANDO PIDE QUE DE ESA FORMA RECIBÁIS EL CUERPO Y LA SANGRE DE MI HIJO, O ACASO ALGUNA VEZ LO HABÉIS VISTO QUE OS ENTREGA EN LA MANO EL CUERPO DE MI HIJO. También os quiero pedir que recéis todos los días el Santo Rosario, la Coronilla (de la Misericordia), que estéis junto a vuestros hermanos, aquellos que os encuentran enfermos, aquellos que están solos o que están sufriendo, los que no poseen alimentos y no tienen un lugar dónde vivir, allí, amados hijos, como verdaderos misioneros de mi amada Iglesia, tenéis que estar presentes, tenéis que estar con cada uno, os ruego. Os pido no os sigáis perdiendo entre las tinieblas, no podéis comprender que os estamos esperando en mi morada, venid amados hijos míos, venid al encuentro, volved a la unidad y entre todos vosotros volved a hacer brillar LA LUZ DEL AMOR SOBRE TODA LA TIERRA. Os amamos (Jesús y María) y vosotros lo sabéis, sólo tenéis que volver al gran encuentro, sólo tenéis que alimentar la fe y que vuelva la esperanza a cada uno de vuestros corazones. Amén. SANTA MARÍA MADRE DE LA IGLESIA.
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