El rencor, una carga para nosotros mismos
11:23 a.m. |
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Motivación
En un antiguo monasterio, el monje más sabio convocó a todos los aprendices a una reunión en el área de la cocina. A medida que fueron llegando los jóvenes, el maestro les fue entregando a cada uno un saco de lona desteñida. Cuando todos se colocaron alrededor de la mesa central el monje les dijo: - Todos guardamos en nuestro corazón diversos rencores contra familiares, amigos, vecinos, conocidos, desconocidos y a veces hasta contra nosotros mismos. Busquen en el fondo de sus corazones todas las ocasiones en las cuales ustedes han dejado de perdonar alguna ofensa, algún agravio o cualquier acción que les haya producido dolor. Entonces tomen una de estas papas, escriban sobre ella el nombre de la persona involucrada y colóquenla en el saco que les di. Repitan esta acción hasta que ya no encuentren más casos en su memoria. Acatando las instrucciones, todos fueron llenando poco a poco sus respectivos sacos. Al terminar el monje agregó: - Ahora deberán cargar el saco que llenaron durante todo el día a lo largo de dos semanas, sin importar dónde vayan o qué tengan que hacer. Pasados quince días, el sabio volvió a reunir a los aprendices y les preguntó - ¿Cómo se han sentido? ¿Qué les ha parecido esta experiencia? - Es una carga realmente pesada, tal vez excesiva. – Respondió uno – Estoy cansado y me duele la espalda. - No es tanto el peso, sino el olor nauseabundo que empiezan a emitir la papas que ya están podridas – replicó otro. - Cuanto más pensaba en las papas, más me pesaban y más sentía ese desagradable olor – dijo un tercero. A lo que el maestro contestó: - Pues bien, eso mismo es lo que pasa en nuestros corazones y en nuestro espíritu cuando en lugar de perdonar guardamos rencor. Al no perdonar a quién nos hirió, creemos que le estamos haciendo daño, pero en realidad nos perjudicamos a nosotros mismos. No sabemos si al otro le importa o no recibir nuestro perdón, pero lo que si es cierto es que el rencor que vamos acumulando a través del tiempo afecta nuestra autoestima, nuestra capacidad de vivir a plenitud, de amar, de ser felices y de desarrollarnos emocional y espiritualmente. El rencor se convierte en una fuerte y desagradable carga que lamentablemente se va haciendo más pesada cada vez que pensamos en lo ocurrido. El rencor va secando nuestro corazón. Aprendamos a perdonar al otro aún si no se ha disculpado, aún si no se lo merece. No sabemos si ese perdón será de utilidad para el otro, lo importante es que con toda seguridad nos fortalecerá a nosotros mismos. Publicado por Felipe Sangiorgi
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