Dios siempre devuelve con creces cada regalo que hacemos al prójimo en su nombre. Hay que compartir, dar lo que tenemos a los que no tienen. Cierta vez me encontré en la Biblia con esta promesa de Jesús: “Den y se les dará: recibirán una medida generosa, apretada, rellena, rebosante” (Lc 6, 38). Llevo años probando sus promesas, una tras otra, y me he dado cuenta que todas se cumplen… En esos días recibí varias solicitudes de una joven de Costa Rica para que le donara algunos libros de nuestra editorial (Ediciones Anab, editorial católica de El Salvador). En su barrio proliferaba la vida desordenada y pensó que nuestros libros harían mucho bien a estas familias. Me animé cuando leí unas palabras de Chiara Lubich, la fundadora de los Focolares… decía: “¿No te ha sucedido nunca que al recibir un regalo de un amigo, sientes la necesidad de hacerle tú otro? ¿Y de hacerlo, no para pagar la deuda sino por verdadero amor agradecido?” Seguro que sí. Si a ti te sucede eso, imagínate a Dios, a Dios que es Amor… Él devuelve siempre cada regalo que hacemos a nuestro prójimo en su nombre. Es una experiencia que los verdaderos cristianos hacen muy a menudo. Y cada vez es una sorpresa. No nos acostumbramos nunca a la fantasía de Dios. Podría ponerte mil, diez mil ejemplos; podría escribir un libro. Verías qué verdadera es esa imagen de “recibirán una medida generosa, apretada, rellena, rebosante”, que significa la abundancia con la que Dios recompensa, su generosidad. Me pareció tan impresionante que quise tener la experiencia. Y preparé una caja rebosante, llena de libros. La llevé al correo y la envié luego de dudar un poco por el elevado costo de las estampillas. “Bueno Señor”, le dije, “hice mi parte. Ahora te toca a ti”. Pasaron tres días. Casi había olvidado el tema cuando una amiga me telefonea. “Claudio, llevo días localizándote. Ocurrió algo increíble. Un amigo que vive en Europa vio tu página web y de pronto sintió que Dios le decía: ‘ayuda a ese muchacho’. Y te ha enviado una donación en euros”. Apenas podía creerlo. De inmediato recordé la caja de libros. Esa era la respuesta de Jesús. La cifra equivalía a 5 veces el valor de lo que envié. “Este es el secreto para crecer”, reflexioné sorprendido. “Hay que compartir, dar de lo que tenemos a los que no tienen”. Aprendí mucho ese día. Cuando la editorial parece llegar a una encrucijada siento como que estoy en un globo aerostático, sobrecargado de peso. Debo donar, arrojar las cosas que valoro para retomar altura. He descubierto que compartiendo me va de lo mejor. Es cuando Dios cumple su promesa y nos da la medida rebosante. Haz la prueba… Anímate. Y descubrirás qué bueno es el Señor. Fuente: Claudio de Castro | LaFamiliaCristiana.com.mx http://www.pildorasdefe.net/post/reflexiones/IHS.php?id2=compartir-generoso-dando-manos-llenas
Dando a manos llenas
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