Quiero contarte mi dolorosa historia con la pornografía Daña a la persona en todos sus ámbitos: espiritual, mental e incluso físico. Aún no recuerdo como tuve mi primer encuentro con la pornografía. Lo que sí recuerdo es que fue a una corta edad. Para entonces yo tenía 11 años. Aún no había tenido mi primer novio y era bastante inocente, pero sentí que esa inocencia se perdía cuanto más me enganchaba con la pornografía. El acto en sí mismo me desagradaba, incluso una vez descubrí a mi papá viendo porno y me pareció bastante repulsivo, pero aun así no podía dejar de verla. En esa época estudiaba en un colegio católico, por lo que tenía la oportunidad de confesarme seguido, pero tras cada confesión volvía a caer en lo mismo. Me resigné a que ya era parte de mi vida hasta que una vez, no sé por qué motivo, decidí confesarme con un padre que estaba de visita en el colegio. Más allá de una confesión, fue una charla en la que pude liberarme de todo lo que sentía por dentro. Después de eso, duré más de un año sin ver pornografía, el tiempo más largo hasta hoy. Hace dos años, cursando grado décimo, una compañera me recomendó un libro. Adivinarán cuál: 50 sombras de Grey. Solo bastó con leerlo para que mi adicción regresara, pero acompañada ésta vez de la masturbación. Si lidiar solo con la pornografía fue bastante complicado, no se imaginan el daño que le hizo a mi vida tener que lidiar además con la masturbación. En esa misma época estaba saliendo con un hombre 7 años mayor que yo. No puedo negar que la relación fue bastante bonita al inicio, pero con el tiempo él fue perdiendo interés en mí y yo empecé a recurrir a lo más bajo para ganar su atención. Cada vez que él deseaba verme desnuda solo bastaba con encender la cámara y complacerlo. Nunca le envíe una foto porque tenía miedo de lo que pudiera hacer con ella, pero de igual forma me convertí —me da vergüenza decirlo, pero es la verdad— en su actriz porno gratuita y privada. No pasó mucho para que avanzáramos más y terminé perdiendo mi virginidad el año pasado, un suceso que me causó mucho dolor y del cual aún no me recupero. Después de que mi novio me dejó descubrí el blog de La Opción V. Desde entonces comencé mi lucha contra la pornografía y, aunque no ha sido perfecta pues en muchas ocasiones he caído, cada vez que me levanto lo hago con más fuerza y con más ganas de seguir adelante. El darle un giro completo a tu vida es como un nuevo nacimiento. Pensemos que somos como bebés. Un niño no nace y en seguida empieza a correr, no. Primero gatea, luego se arriesga a ponerse de pie y se cae. No importa: lo intenta nuevamente, con la ayuda y el aliento de su madre, de su padre. Los golpes no lo detienen, vuelve a intentarlo hasta que logra sostenerse de pie, de allí va dando un paso, luego otro, hasta que ya se le hace más y más fácil, se fortalecen sus pasos. Así es con nosotros, cuando queremos “aprender a caminar” en la castidad, en el dominio propio, cuando queremos dejar la pornografía, la masturbación o una vida sexual que ya hemos iniciado, cuando queremos caminar hacia un amor verdadero. Sinceramente, esto no es nada fácil, pero lo que vale es lo que cuesta. Lo importante, si caes a pesar de tus esfuerzos, es levantarte nuevamente, como el bebe cuando aprende a caminar, paso a paso, día a día, con paciencia y perseverancia. ¿Al niño nunca se le ocurre pensar que es imposible caminar porque se cae una, dos, diez o cien veces, verdad? Si así fuese, ¡cuántos adultos veríamos gateando! Pero no, un niño ve a quienes han aprendido a caminar y entiende que si ellos pueden, pues él también. Por ello, luego de cada tropiezo y caída, vuelve a intentarlo. Así, con el tiempo, aprende a caminar. Del mismo modo, con nuestra terca persistencia, poniéndonos de pie nuevamente luego de cada caída para volver a intentarlo, también nosotros podremos vivir una vida nueva. Desde mi propia experiencia les puedo decir que la pornografía daña a la persona en todos sus ámbitos: espiritual, mental e incluso físico. Tras largos periodos de masturbación diaria empecé a bajar drásticamente de peso. Eso también afectó mi autoestima, pues ni siquiera me agradaba mirarme al espejo. Hoy en día me ejercito a diario para recuperar ese peso perdido, y así como busco sanar el daño físico, también busco sanar las heridas espirituales y mentales que todo ello me causó. Aquí es donde la oración y la confesión se vuelven tan esenciales. Créanme cuando les digo que no hay mejor médico que Dios ni mejor medicina que una buena confesión: te limpia el alma y el corazón. Yo sé que sí se puede dejar atrás la pornografía. Ya lo hice una vez, hasta que cometí el error de leer aquella novela pornográfica. En ésta ocasión estoy más que decidida. Para las mujeres a veces nos puede resultar más difícil buscar ayuda, por la vergüenza que nos produce. Yo nunca me atreví a decirle algo a mis padres o a mi familia, pero encontré ese apoyo que me faltaba aquí, en el blog de La Opción V. Si estás pasando por lo mismo que yo, ¡toma valor y sigue adelante! Si para Dios no hay nada imposible, para nosotras tampoco. Ocupa su tiempo en cosas productivas: practica algún deporte o aprende algo que deseabas hacer hace mucho. Si hoy he tomado el valor de compartirles mi dolorosa experiencia es porque quiero decirles a los jóvenes que nunca han visto pornografía que NO lo hagan, pues una vez que te enganchas es complicado salir de allí. Muchas veces basta que lo veas una sola vez, sea por curiosidad o cualquier otra razón, para que luego venga una segunda y tercera, y se te haga “costumbre”, o más bien, se te vuelva literalmente una adicción, una dura esclavitud de la que no podrás liberarte sin mucho compromiso, sacrificio y Fe. I. J., 18 años.
Artículo originalmente publicado por La Opción V
http://www.aleteia.org/es/sociedad/contenido-agregado/quiero-contarte-mi-dolorosa-historia-con-la-pornografia-5872297395093504?page=2
La pornografía Daña a la persona en todos sus ámbitos
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