"Yo he visto algo más bajo el sol: en lugar del derecho, la maldad y corrupción; y en lugar de la justicia, la iniquidad. Entonces me dije a mí mismo: Dios juzgará al justo y al malvado, porque hay un tiempo para cada cosa y para cada acción”. Eclesiastés 3,16
Ojo que se trata de un pasaje de hace Cuatro Mil años, y parece un reporte del noticiario de hoy, o bien del chisme político de moda en nuestros países. Cuando se dice corromper se habla textualmente de echar a perder algo bueno, dañar o ver como se pudre algo que podía dar cosas buenas de sí. Se corrompen sistemas, personas e instituciones, produciendo esto una tristeza en el alma muy difícil de consolar, a la vez que un clamor de justicia que queda sin satisfacer por lo menos en los parámetros que quisiéramos para ver un juicio justo en acción. El autor de este escrito se da cuenta de que esto existe, pero tiene la vista un poco más arriba de la mayoría y está claro de que Dios al final, no va a dejar pasar nada sin antes haberlo filtrado por su juicio. Dice un viejo refrán que: “el poder corrompe…y el poder absoluto, corrompe absolutamente”. No es por nada que en la liturgia una vez que terminamos de decir juntos y en voz alta la oración del Padre Nuestro, confesamos a todas luces y como respuesta final: “Tuyo es el Reino, tuyo es el poder y la Gloria… por siempre Señor”. No son pocos los casos en los que la vida sigue dando vueltas y después de mucho tiempo pasa factura y cobra justicia. Hasta programas de televisión hay a este respecto en los que casos congelados por falta de pruebas reviven y vienen a ejercer castigo con el que se creía salvado por la mentira. El mismo Jesús diría que en cuestión de violencia nos ponemos un estigma encima que nos condena al final con la misma medida: “el que a espada vive, a espada morirá”. Si eso llega a pasar en nuestro muy breve ciclo de vida, ¿qué será en frente del Trono Mayor?, en donde no hay salida posible, a menos que Jesús sea tu abogado defensor. El autor de Eclesiastés ni siquiera se complica en llegar a esta conclusión, lo deduce, se da cuenta de que todo tiene un tiempo, y de que no hay nadie que pueda romper la regla. El mismo Jesús la cumple, pues como ser humano que era, muere, pasa el juicio con toda inocencia, pero hace la excepción superando todo y resucitando, que es el plan magistral para nosotros también. Se vale pedir justicia, se debe pedir justicia, pero igual debes descansar en Dios que no acostumbra a quedarse con nada, aplíquese a bondad o a juicio, de él nadie puede burlarse, y la verdad, si lo vemos como el escritor de Eclesiastés nos vemos bastante ridículos queriendo pensar que nada va a pasar, que nadie se va a dar cuenta, que no habrá consecuencias, frente a Dios que todo lo ama, pero igual todo lo ve. Y más que castigarnos hace que el peso del mal que hemos sumado nos ponga la sentencia que con toda simpleza quisimos para nosotros al final de nuestra vida. Ora por ti, ora por los que hoy creen que nada les pasará con el mal hacen a sus hermanos, pide a Dios Misericordia y deja en sus manos la justicia divina y final. Sé libre y que Dios te use para alimentar a los que tienen hambre y sed de Justicia.
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Dios juzgará al justo y al malvado
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