La verdad existía: era limpia, pura y transparente, razón por la cual pocos la veían. Un día en los jardines del Olimpo, se encontró con la Duda, caballero apuesto, inquieto, emprendedor, un poco obeso y de piernas cortas, quien tan pronto pudo verla, quedó prendado de su hermosura, dudando de poseerla. Cupido, que andaba dando vueltas y disparando flechas a la loca, medio despistado, sin ver a la Verdad, le atinó al corazón y entonces ella quedó prendada de la actitud suspicaz de la Duda.
Pasaron pocos días y la Verdad y la Duda bajo el hechizo de Cupido contrajeron matrimonio y fueron felices. Pero la Duda, de todo dudaba y poco a poco la Verdad fue entristeciéndose y pasaba todo el tiempo sola...
Un día la Verdad conoció a la Mentira, ágil, suspicaz, atrevida y casi sin darse cuenta... se hizo su amante; la Mentira le contaba cuentos increíbles que parecían verdades y esto la divertía muchísimo; una tarde, cuando se encontraba en el delicioso himeneo, sorpresivamente llegó la Duda, que de todo sospechaba ¡Y los encontró!
Sorprendida, la Verdad se paralizó y perpleja la Mentira, voló ágil a la ventana para escapar y proteger su vida: pero, terca, tozuda y pérfida como toda mentira, volviose a la Verdad, delante de la Duda y exclamó: "Volveré por ti".
La Duda, entonces, desconfiada, superficial, hiriente y sospechosa, cortó en pedacitos a la Verdad y los regó por todo el Universo, para que nunca nadie más pudiera poseerla entera.
Desde entonces... ¡Todos tenemos en nuestro interior, un pedacito de verdad, algo de mentira y mucho de duda! Colaboración de Angel Madrigal de Toluca, Edo. de México.
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