Servir implica ayudar a alguien de una forma espontánea, es decir adoptar una actitud permanente de colaboración hacia los demás.
Cada vez que ayudamos a alguien, por pequeño que sea, nos proporciona esa fuerza para vencer la pereza, dando a quienes nos rodean, un tiempo para atender otros asuntos o simplemente, descansar de sus labores cotidianas.
La base para vivir este valor es la rectitud de nuestras intenciones, porque es evidente cuando las personas actúan por interés o conveniencia, llegando al extremo de exagerar en atenciones y cuidados a determinadas personas, por su posición social o profesional, al grado de convertirse en una verdadera molestia. Esta actitud tan desagradable no recibe el nombre de servicio, sino de “servilismo”.
Hay quienes tienen vocación de servicio y hay quienes simplemente son serviles. Los primeros escuchan un llamado interior y responden a él. Los segundos están atentos a señales externas y se postran ante ellas. La vocación de servicio (expresada en actitudes, en formas de ejercer una profesión, en el modo de vincularse con los demás, en maneras de honrar los valores en los cuales se cree) hace del otro, del prójimo, del semejante, un fin en sí mismo. No se espera nada a cambio, no hay un ojo puesto en la repercusión. En el servilismo, en cambio, hay alguien que se aparta de sus principios (suponiendo que los tenga), que abjura de sus ideas y que se convierte en instrumento de los propósitos de otro, generalmente más poderoso que él, para obtener de eso un beneficio personal. Quienes tienen vocación de servicio no se apartan de su camino, se mantienen en su eje, son fieles a su convicción. Los serviles se adhieren al eje de quien les prometa lo que ambicionan, siguen caminos zigzagueantes, sus rumbos se pierden con frecuencia. Quienes tienen vocación de servicio suelen pasar inadvertidos, sus nombres permanecen habitualmente en el anonimato. Los serviles necesitan que sus acciones se vean para poder luego reclamar la recompensa. Vivimos tiempos en que abundan los serviles. Quienes actúan por vocación de servicio no son, sin embargo, pocos. Se hacen ver menos. Pero mejoran el mundo. Y viven con sentido, brinda un servicio para satisfacer las necesidades de la ciudadanía, no para satisfacer sus propios intereses.
El buen servidor es cordial en el trato con los demás. Sirve sin esperar nada a cambio. La vocación de servicio debe ser parte de la filosofía de vida.
Asumamos el humanismo como actitud, procurando integrar los más sanos valores humanos para servir a la humanidad. Nunca imponiendo una moral pública, sino respetando la diversidad haciendo uso de la razón.
El servilismo es el incienso que embriaga a los arrogantes. Es lo que hace que algunos al llegar al poder cambien de conducta, de trato y hasta de modo de mirar.
El Servilismo
10:08 p.m. |
Etiquetas:
Aprendizaje
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario