La confianza es la capacidad de compartir nuestra esperanza, historias , anécdotas - y muchas otras cosas - con otras personas.
La confianza también determina el nivel de trato que tenemos con las demas personas, según cuanta confianza le tengas a los demás, tu relación con ellos ira desde conocidos, amigos, enamorados e incluso a mas.
La confianza está vinculada con el acceso que le permitimos a alguien a nuestra intimidad
Cuando se cuenta con la fe de los demás, con el crédito que nos dan, el hermetismo se ha roto. Mientras se vive en una situación hermética, todos los intentos de comprensión entre semejantes se realizan apelando a razones; en virtud del porqué y el para qué; nos pide cuentas el prójimo y tenemos que dárselas. Y las razones no operan, no unen si no es sobre la confianza; la razón en la vida no funciona más que sobre algo previo, fe, confianza, caridad.
Y sólo a partir de este entendimiento, de este crédito, es posible la comunidad con los demás. Y solamente a partir de esta comunidad es posible la acción. La acción verdadera, que brota de un corazón transparente, y que, para ser efectiva, para realizarse necesita ser también transparente ante los demás. Ser transparente es ser creído, ser mirado en caridad.
Todo es cuestión de confianza. Sin ella no podemos convivir. Toda nuestra existencia gira en torno a la confianza/desconfianza en los otros, y también en nosotros mismos.
La confianza se apoya en la firme esperanza y proporciona seguridad, optimismo, bienestar, alegría. La confianza nos hace más fuertes, más libres y también mejores. Por el contrario, el recelo lleva al temor, al malestar, a la insatisfacción. La duda, la inquietud, nos reprime, no nos deja actuar, dificulta que tomemos iniciativas, nos paraliza, sufrimos.
Consideramos amigos a aquellos en quienes podemos confiar; sabemos que ellos están para las maduras y para las verdes. Otra cosa son los conocidos o los compañeros; con esos nos reímos y celebramos cuando la situación es favorable para todos, pero cuando hay dificultades es fácil que cada uno vaya a lo suyo: el egoísmo suele asomar la cabeza.
Nuestra biografía nos condiciona. Las experiencias anteriores hacen que estemos confiados o que, por el contrario, seamos recelosos. Cuando iniciamos una relación interpersonal no partimos de cero, el pasado nos influye. El que ha sido engañado anteriormente se acercará al otro con temor, quien ha vivido la honestidad establecerá relaciones más generosas. También es posible que el defraudado reaccione siendo especialmente cuidadoso y exigiendo, a los demás y a sí mismo, un comportamiento impecable. En cualquier caso, la secuencia del encuentro con el otro es siempre la misma: al inicio nuestras defensas están puestas, hablamos de lo intrascendente, de lo admitido por todos; tomamos precauciones y apenas mostramos cómo somos, cuáles son nuestros problemas y qué sentimos; nos movemos en un plano superficial. En un segundo momento, si nuestras expectativas se van cumpliendo, empezamos a bajar nuestras barreras y mostramos más de nosotros, damos paso a comunicar nuestra intimidad. La confianza se gana y se pierde; mejor dicho, se gana poco a poco y se pierde con rapidez, y cuando se ha roto es difícil de reestablecer.
La confianza implica reciprocidad. Vamos depositando nuestra confianza en el otro al comprobar que no somos defraudados y, al mismo tiempo, porque experimentamos que también somos objeto de confianza. Esperamos, porque estamos convencidos de que vamos a recibir. Damos, porque a nosotros nos han dado. El egoísta, el que sólo pide, el que recibe y nunca da, acaba con la relación.
La confianza hay que saber administrarla, y es complicado. En primer lugar, tenemos que ganarnos la confianza de los otros y, en segundo término, no podemos pretender que todo el mundo se fíe de nosotros. También sabemos que, desgraciadamente, no podemos confiar en todo el mundo, que esa actitud no es prudente, que la dura realidad nos dice que hay que tomar precauciones. Además, si nos 'abrimos', si depositamos nuestra esperanza en el otro, de alguna forma le convertimos en deudor nuestro, esperamos de él su comprensión y a veces una respuesta equivalente, pero puede ocurrir que la otra persona no quiera establecer una relación tan estrecha. No debemos pasarnos ni quedarnos cortos. Las relaciones humanas son complejas.
La confianza es el fundamento de toda relación humana. Nadie puede caminar junto al otro sin tener la certeza de que puede confiar en él. Sin confianza es imposible avanzar y crecer.Cuando hablamos de confianza hablamos de transparencia. Para confiar en otra persona hace falta primero tener un conocimiento. Cuanto más se conoce, más confianza hay en una relación. Donde hay confianza se da una comunicación bonita y enriquecedora. En las relaciones es muy importante cuidar mucho la confianza. Ésta siempre se tiene que basar en la libertad.
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